La Escarcha cumple su ministerio secreto,
Sin ayuda de ningún viento. El grito de la lechuza
Se oyó fuerte y, ¡atención! tan fuerte como antes.
Los moradores de mi cabaña, todos en reposo
me han abandonado a esa soledad que conviene
Abstrusas cavilaciones: salvo que a mi lado
Mi niño duerme plácidamente.
Está en calma! tan en calma, que perturba
y fastidia la meditación con su extraño
y extremo silencio. Mar, colina y bosque,
¡Esta aldea populosa! Mar, colina y bosque,
Con todo el incontable ir y venir de la vida,
Inaudibles como sueños! La delgada llama azul
Yace sobre mi fuego quemado, y no tiembla;
Sólo esa película, que revolotea sobre la rejilla,
...
Con los párpados abiertos, ya había soñado
Con mi dulce lugar de nacimiento y la vieja torre de la iglesia,
Cuyas campanas, única música del pobre, sonaban
De la mañana a la noche, todo el día de la Feria,
Tan dulcemente, que me conmovían y atormentaban
Con un placer salvaje, cayendo en mi oído
como sonidos articulados de cosas venideras.
Así contemplé, hasta que las cosas tranquilizadoras, soñé,
me arrullaron, y el sueño prolongó mis sueños.
Y así medité toda la mañana siguiente,
Asombrada por el rostro severo del preceptor, mis ojos
Fijo con estudio fingido en mi libro de natación:
Salvo si la puerta se abría a medias, y yo echaba
Una mirada apresurada, y aún así mi corazón saltaba,
pues aún esperaba ver el rostro del extraño,
Pueblerino, o tía, o hermana más querida,
¡Mi compañera de juegos cuando ambas vestíamos igual!
...
Pero tú, mi niña, vagarás como la brisa
Por lagos y costas arenosas, bajo los riscos
De antigua montaña, y bajo las nubes,
Que representan en su masa lagos y costas
Y los riscos de las montañas: así verás y oirás
Las bellas formas y sonidos inteligibles
de ese lenguaje eterno que tu Dios
que desde la eternidad enseña
A sí mismo en todo, y a todas las cosas en sí mismo.
¡Gran Maestro universal!
Tu espíritu, y dándole hará que pida.