A continuación reproducimos íntegramente el poema "Ogun" de Edward Kamau Brathwaite.
Mi tío hacía sillas, mesas, equilibraba puertas, desenterraba
ataúdes, alisando la madera blanca
con cepillo y lija rápida hasta que
que brillaba como sus gafas de miope.
Los nudillos de sus manos eran sil-
de clavos golpeados, lastimados y aplanados.
y aplanados con un martillo pesado. Era patizambo, de pies planos
y sus sandalias de clavos golpeaban el suelo de cemento de su pequeña
de su pequeña tienda, donde los arrieros y una flota de camioneros
de camioneros de Bedford se dejaban caer para rascarse y hablar.
No había ningún golpe de madera, ninguna viga
de caoba ligera que sus dientes de sierra no pudieran manejar.
Al dar forma a las escuadras para las cerraduras, un agujero de llave
el cuidado golpeaba rat tat tat sobre el mango
de su cincel jorobado. El frío
mundo de madera se incendiaba mientras tallaba: rectángulos
marcos de ventana, la intersección en x de las sillas
sillas plegables, triángulos
triángulo, el burro
burro en su chirriante cuadrado.
Pero era pobre y la mayoría de los días tenía hambre.
Armarios importados con espejos, mesas de formica
mesas de formica, sillas de tubo con forma de espina dorsal, con
huesos de pájaro como de acero que se asentaban sobre arados de goma,
camas delgadas, tensadas no sobre tablas, sino sobre cables azules de alta tensión,
eran lo que el mundo prefería.
Y, sin embargo, él tenía un bloque de madera que los habría desconcertado.
Con cuchillo y cuidado de gima lo trabajaba los domingos,
exploraba sus heridas anudadas, cortando su camino
a lo largo de sus verticilos amarillos hasta que sus manos podían sentir
cómo se había hinchado y estremecido, respirando aire,
su verde erosionado ardiendo en anillos de tiempo,
su grano contorneado aún sintonizaba con las raíces y el agua.
Y mientras cortaba, oyó el crujido del bosque:
rostros verdes de lagarto engullidos, recuerdos grises con ojos de polilla
le observaban desde sus sombras, suaves
zarcillos líquidos se filtraban entre las flores
y un trueno negro y rígido que nunca había oído dentro de su martillo
subió pisando fuerte por los troncos. Y mientras trabajaba en su destrozada
tienda dominical, la madera tomó forma: ojos
ojos secos y cerrados, labios flojos y evertidos de antaño.
rostro arruinado, carcomido por la viruela, asolado por la rata
y la carcoma, boca seca de cisterna, garganta agrietada
el gaznate agrietado que clama por el desierto, la pesada y negra
mandíbula perdurable; dolor perdido, hierro perdido;
imagen emergente de la madera. de su ira".